Las cadenas de suministro globales son la columna vertebral del comercio internacional. La manera en que empresas de todo el mundo están interconectadas ha abierto enormes posibilidades, pero también algunas vulnerabilidades.
La prueba: la actual crisis de microchips (semiconductores) que desde la primavera de 2020 y con la agudización de la pandemia de COVID-19 sigue causando estragos.
Más que retrasos en la llegada de PlayStation 5, el lanzamiento del iPhone 12 o de nuevos modelos de autos Ford, Nissan y varias otras marcas, o de ligeros aumentos en precios en televisores o celulares, la crisis de semiconductores pone en aprietos a varias industrias —con una variedad de productos más allá de los electrónicos, incluso de aparatos médicos cruciales en el combate de la pandemia de COVID-19— y, con ello, compromete el desempeño de varias economías.
¿De qué se trata esta crisis y qué opciones existen para una solución para las empresas que participan en el comercio internacional?
COVID-19 y cómo cambió la demanda: la clave de su disrupción en las cadenas de suministro
El origen de la crisis se remonta al año pasado cuando se agudizó la pandemia del COVID-19. Con la incertidumbre y la necesidad de distanciamiento social para desacelerar la pandemia, la cadenas de suministro se vieron afectadas y la producción desaceleró. Como consecuencia, otras empresas también tuvieron un freno.
Así, en el caso de la industria automotriz, COVID-19 alteró la demanda usual y sostenida de vehículos.
La respuesta de las empresas fue recortar sus órdenes de materiales y partes, entre ellos semiconductores (cabe mencionar que un automóvil nuevo incluye más de 100 microprocesadores, presentes en las pantallas touchscreen, pero también en los sistemas de seguridad para evitar colisiones y otros aspectos básicos de sus desempeño).
A la par, mientras que la consigna era quedarse en casa, las empresas comenzaron a trabajar en esquemas de trabajo remoto o home office, por lo que las personas comenzaron a comprar más tecnología.
Con la caída de la demanda en automotriz y el aumento de otros productos con picos de venta, los fabricantes de chips cambiaron sus líneas de producción.
Cuando las ventas de automóviles comenzaron su fase de recuperación hacia el tercer cuarto de 2020, las empresas de manufactura ya no estaban en una circunstancia adecuada para cubrir los nuevos pedidos.
A todo esto, también se suma la “guerra comercial” entre Estados Unidos y China que desencadenó tensiones geopolíticas y baneos a grandes empresas productoras —la administración Trump fue especialmente agresivas con tecnológica como Huawei, ZTE y otras firmas chinas—, así como otros afectaciones a los sistemas de transporte de mercancías y hasta un incendio en fábricas de Japón.
A la fecha, la demanda global está por encima de la oferta disponible en el comercio internacional.
¿Por qué nos afecta una escasez de semiconductores (microchips)?
En un análisis compartido con el diario británico The Guardian, el analista Neil Campling de Mirabaud resume en una frase por qué debería preocuparnos esta crisis: “Los chips son todo”.
Y es que justo cuando el manejo de datos y la digitalización se vuelven más críticos, pareciera que el nuevo petróleo son, en realidad, los semiconductores.
Su escasez podría, según economistas de Goldman Sachs, causar inflación de hasta 3% en los diversos productos afectados, sin mencionar que por su relación con la producción industrial de nuestro país es ahora uno de los factores involucrados en el desempeño de nuestro PIB.
Las soluciones para las empresas en comercio internacional
Analistas y especialistas coinciden en que la crisis seguirá afectando a las diversas industrias de manera indefinida, con un eco que podría durar hasta por dos años.
Tomando como referencia la recuperación ante la crisis financiera de 2007 y 2008, un análisis reciente del consultora Mckinsey asegura que conforme las empresas encuentran una manera de llegar una “nueva normalidad”, requerirán “evaluar y aprovechar oportunidades estratégicas a una ritmo rápido”, pues las empresas que emergieron con más fortaleza y ayudaron a reformas sus industrias en la crisis pasada fueron aquellas capaces de dar giros drásticos, pero estratégicos.
En un entorno caracterizado por la incertidumbre y las complicaciones financieras derivadas, mejorar el acceso a capital que les permita pulir sus operaciones y resistir la disrupción en sus cadenas de suministro será crucial.
Es ahí donde soluciones de financiamiento más inteligentes como el factoraje les pueden ayudar a enfrentar sus necesidad inmediatas para seguir operando, agilizar sus ventas y ser más competitivas y contar con mayor flexibilidad para enfrentar otros factores de riesgo del mismo comercio internacional de naturaleza financiera, social o política.
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